En muchas zonas del ande liberteño, a pesar de la amnesia política, de la delincuencia juvenil y de la pobreza, aún se respira esperanza como en aquel juego de niños, quienes a pesar de la estrechez de las calles han improvisado una canchita de fútbol con arcos de piedra, estratégicamente colocados.
Cada equipo, constituido por tres jugadores, esta uniformado con las prendas que ensuciaron durante la semana y con los zapatos de cuero, algo pelados, que sirvieron para ir al colegio el año pasado, aunque no falta uno que aún luce las desteñidas zapatillas remendadas que fueron el regalo navideño.
Aquí todos son árbitros y se cobra lo justo. El juego es limpio, pícaro y esforzado. El balón sólo duró una semana inflada, ya son más de seis meses, que se estrelló contra un puntiagudo clavo que sobresalía en el dintel de la puerta. Ahí donde colgaba los carneros sacrificados del día, aquel viejo camalero que conocimos como "Don Paulo".
A pesar de su herida, aquel balón de plástico, deformado y sin aire, recorría zigzagueante el campo de juego, perseguido por la mirada de seis pequeñines y la ansiedad de doce piernas duras que soportaban, incluso, las falsas patadas a la pelota.
No falta quién ose interrumpir el juego. Siempre un inoportuno sujeto cruza sin permiso la cancha de norte a sur o viceversa. Sólo las frías paredes de occidente y oriente observan perplejas la versión infantil de un emocionante partido de fútbol.
Con el transcurrir de los años aquellos muchachos descubrirán que su talento con la pelota no les podrá llevar lejos. Pues las principales instituciones deportivas creen que la montaña debe llegar hasta ellos o a su oficina.
Mientras aquellos niños buscarán mejores horizontes donde el estudio tampoco será una salida, sólo entrar en las entrañas de la tierra por necesidad y procurar que el mundo no se le venga encima. Cuantos de ellos sucumbirán a los males sociales que asechan las mismas calles y donde las autoridades reaccionan a posteriori.
De todos esos chiquillos, cuantos pueden, o hubiesen podido, darle al Perú una nueva esperanza y una realidad llena de triunfos.
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